domingo, junio 27, 2004

1, 2, 3...

¡¡AAAAAAAAAAAAAAAAAAAaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaahhh!!

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(Sólo quería gritar... lo necesitaba...)

miércoles, junio 23, 2004

Lejos...

He estado ausente los últimos días. Ausente de todo. No sé a que se deba... es un vacío llenándome el cuerpo, invadiendo arterias, órganos, huesos y cavidades. Una cierta apatía que estos últimos días he estado arrastrando a todos lados. Han pasado ya 6 días desde que volví de Chiapas. Parece que fue sólo mi cuerpo el que regresó a Xalapa. Quizá mi espíritu quedó atrapado entre las rocas del río o en la sonrisa de mis niños allá en la selva. Posiblemente fue el regreso a Tulijá... quizá mi cuerpo y mi mente extrañan la pasividad con que allá se vive... no lo sé...
Quisiera contar tantas cosas. De los encuentros, los desencuentros, los nuevos rostros, de mi gripe de anteayer, del fandango del sábado, de la alegría de Ele esta mañana (Ele es una bebé hermosa de 9 meses, hija de dos amigos muy queridos)... pero algo no me deja...
La monotonía de la oficina me ha empapado de indiferencia y hasta pereza. La calle empedrada de siempre rumbo al centro de la ciudad no me ha seducido este tiempo. Xalapa me ha resultado distante. He recorrido sus calles y parques para reflexionar, plantearme interrogantes y nada... Mis ojos trabajan mecánicamente, igual que el aparato digestivo y que mis pies. Me llevan a donde ellos quieren y ni los oídos ni mis demás sentidos gozan como antes de esos paseos por la ciudad. He querido asomarme al pasado pero ni la nostalgia me permite visitarla. Por momentos siento como si la cabeza no me pesara. Es ese vacío que persiste...
El otro día intenté concentrarme en la lectura sin tener éxito. Hojeé un viejo libro de poemas de Neruda, una revista “Muy interesante” y ni eso captó mi atención. Encendí el televisor y mis dedos pasearon por el control remoto sin parar. Apagué el televisor. Salí de nuevo a caminar, llevé a pasear mis ojos y mis pulmones. Necesitaba un poco de aire nuevo porque hasta el aire de mi departamento me sabía a añejo, monótono...
Caminé por 20 de noviembre, crucé Xalapeños Ilustres hacia el parque Juárez, bajé por Úrsulo Galván, llegué a los Sauces, pasé por el Ferrocarril... fue curioso, me sentí como ese gran armatoste: viejo, cansado, estático, pesado, sin vida... (Al decir viejo no me refiero a mi edad sino al sentir de un cuerpo totalmente agotado)... Subí por Ávila Camacho y llegué de nuevo al centro. Me senté en una banca del parque para intentar concentrarme en cualquier cosa: La rama de un árbol meciéndose con el viento, la pareja de la banca de enfrente amándose entre el frío y la quietud, la mujer de las lágrimas solitarias sentada cerca de ahí, la nube gris y pesada amenazándome con mojarme la ropa y los restos de ánimo que me quedaban... nada pasó... nada...
He querido concentrarme en mi vida, en mis sueños y sus posibilidades... Xalapa no me ha ayudado mucho. No han surgido preguntas y mucho menos respuestas, no ha habido incentivos ni anhelos nuevos. He estado triste y alegre, cansado y ausente, indiferente... Quisiera viajar de nuevo, quizá viaje a la selva en unos días... es muy seguro que regrese (de hecho tengo que ir para ayudar a un buen amigo que necesita mi apoyo)... Me caerá bien regresar, replantearme cosas, hallar mi creatividad, mi libertad...
Ahora soy yo el que extravío sus alas... y no sólo eso, sino que están lastimadas... igual que mi espíritu... hundido, oxidado... Tengo los ojos heridos y siento continuamente una antigua opresión en el pecho que regresa, que me astilla el alma...
Quiero nadar otra vez en el río, sumergirme a lo más profundo para buscar mi espíritu... quizá lo encuentre... quizá lo halle intacto y limpio... tal vez sanen las heridas y desaparezca esta opresión en el pecho que me lacera la vida y me despoja de sonrisas y deseos...
Y bueno, quizá llegue también un destello de luz, una ráfaga del sur que me acaricie los oídos y me devuelva la piel, las ganas, el buen humor... mis alas... quizás...
Mientras tanto les dejo un abrazo del lado izquierdo... yo seguiré por aquí... pendiente del viento, de la próxima lluvia, de sus recados queridos amigos y amigas... Gracias por leerme y por desear que vuelva... créanme... yo también lo deseo... Salud por ustedes y por la fragilidad de la condición humana que nos permite tocar fondo y sentirnos vivos, humanos, a veces perdidos pero siempre con ganas de regresar, de vivir y volar...

jueves, junio 17, 2004

Viajar para regresar

Me gusta viajar... creo que es una de las cosas que más disfruto en la vida... viajar para regresar... Preparar la mochila con lo realmente necesario y llenarme los bolsillos de ilusiones, metas y una que otra expectativa... Viajar para explorar nuevos universos o para regresar a los lugares que más han marcado mi vida... Para volver lleno de nuevas experiencias, nuevas visiones y conquistas... viajar y tras cierto tiempo regresar al hogar y revalorar lo que uno posee, lo que uno ama...
Esta vez, con los pies llenos de tierra y el corazón engrandecido pude contemplar nuevamente los atardeceres de San Jerónimo Tulijá, allá en el corazón de la selva chiapaneca. Lugar de milagros infinitos, capaz de cambiarle la percepción del mundo y de la vida a cualquiera. Viajé para reencontrarme con viejos amigos, para sumergirme una vez más en su río, lleno de gloria y misterios... para recordar la sonrisa de sus niños y deleitarme con los cientos de estrellas que cuelgan cada noche de su cielo... y que decir de su luna... esa que ilumina el río y juega a resbalarse en los techos de lámina y a esconderse entre las ramas... que sonríe y vigila siempre las noches calladas allá en la selva...
Aunque tenía un par de años sin visitar la tierra de los hombres verdaderos la gente nos recibió con el cariño de siempre... (regresé junto con un hermano de selva y aventuras).

A pesar del tiempo y la distancia, las familias tzeltales que marcaron tanto en mí hace cuatro años me abrazaron de tal manera que vine a la ciudad cargado de energía y una paz inmensa. La tarde del martes fui testigo de un fenómeno maravilloso al ver el cielo pintarse de un rojo vivo que por igual coloreó el aire de la comunidad dejando una estela color magenta. Tras flotar un rato se disipó junto con el humo de los fogones hasta perderse en las alturas... Pude nadar en el río y aventarme a él desde el árbol de siempre... y comer como solía hacerlo, al pie del fogón... y vaya que comí de todo: huevos en pimil (cocinados sobre el comal envueltos en hoja de plátano), carne de Tepezcuintle, frijoles de olla, tamales, un delicioso capel (café en tzeltal) e indudablemente las mejores tortillas, ese alimento que pasa del comal a la boca para de ahi irse a la sangre y recordarnos nuestro origen como hombres y mujeres de maíz... Monté a caballo y fui con X'mal (mujer de fuego, tierra, aire y agua en un solo suspiro... con una sonrisa parecida a un eclipse perpetuo...) a conocer y alimentar a un pequeño venado... visité la preparatoria y me llené los ojos de nostalgia... llegaban a mis oídos los murmullos atrapados en las paredes de los salones... el eco de un pasado glorioso, cuando fuí maestro en San Jerónimo. Me recosté en el pasto para sentir el latir de la tierra y dormitar el alma al abrigo de aquél viejo árbol de mangos... el mismo que me regalara su sombra decenas de veces mientras meditaba sobre un futuro que hoy ya es pasado...

Lo que más me gustó, fue recordar que allá en la selva no existe el tiempo... las cosas simplemente fluyen... desde que uno despierta hasta que la noche cae sobre la comunidad, todo se presenta bajo un cierto orden natural indescriptible... En fin... creo que fue un buen viaje... Me hacía falta para volver a respirar recargado de energía...
Hoy, de nuevo en Xalapa, me reencontré con la lluvia, que me acarició el cuerpo camino al trabajo... me detuve por un instante y entre la cortina de agua de escurría alrededor de mí pude ver asomarse un verde excelso y vi también la sonrisa de aquellos que me despidieron ayer en la comunidad, esos que esperaran siempre por que yo me decida a un nuevo viaje, un nuevo regreso a ese maravilloso lugar escondido en el corazón de Chiapas, ese lugar donde el azul es el principio y el fin de lo universal, de lo infinito... Tulijá...

miércoles, junio 09, 2004

¡SE BUSCAN!

Luna extravió sus alas. ¿Alguien las ha visto?
Son alas de cristal azul, inquietas, infinitas...
Apéndices de cráteres y deseos,
escondite de ángeles, amantes y solitarios...
(anexo fotografía)

Si las ves basta un suave susurro al viento...

¿La recompensa? Rodajas de Luna para noches solitarias y gotas de luz celeste para enamorar, para andar, sanar o soñar... crepúsculos eternos..


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lunes, junio 07, 2004

De las cosas que oigo...

El sábado hubo Fandango... allá en Los Lagos (un centro cultural). Fandango, la fiesta que hermana a una comunidad. Donde el Son, el zapateado y los versos se adueñan de la noche. La luna coloreaba el agua mientras que en el patio del Centro, junto a la fuente, la fiesta se hacía presente en mi piel. Parado a escasos tres metros de la tarima, llegaban nítidas a mis oídos las voces de los instrumentos: las jaranas, las leonas y los mosquitos. Me temblaba el corazón al sentir el latir de las bailadoras en la tabla. Mujeres de fuego que me hicieron sonreír el alma. Los pliegues de sus faldas se mecían en un vaivén cadencioso que imitaba al mar. Mis oídos atendían hipnotizados las voces del taconeo. Cuando este sonaba, el silencio languidecía en mi pecho. Todo era algarabía. Decenas de personas reunidas en un mismo abrazo: Mujeres, hombres, abuelos y niños, disfrutando de la música y el baile. Todos ellos sonriéndole a la vida cobijados por la misma noche.
Mis oídos se quedaron mudos: los pasos, las risas, las percusiones, el canto de las cuerdas y los versos en el aire delineándose en la intimidad de mi cabeza. Lo ancestral y lo cotidiano llegaban a mí como revelaciones. La vida se abría paso entre la multitud para instalarse en cada uno de mis huesos. Bastó con agudizar bien los oídos y el alma para mojar el espíritu con la música y su alegría. La noche del sábado fue un nuevo renacer. Difícilmente existirá quién no se contagié de vida en un fandango. Yo al menos así me sentí: vivo de verdad.
Y bueno, también le di gusto al gusto. Me bebí un par de cervezas y probé el torito de mango. Comí una barbacoa de pollo en salsa de acuyo y un tamal de elote de sabor indescriptibles, un verdadero manjar de reyes. Ya de madrugada, al dejar el lugar, me detuve en un puente. Debajo de mí cruzaba un chorro de agua que caía sobre una vieja fuente, aunque mis oídos se imaginaban la cascada de una selva en mi pasado. Y mientras la noche y el frío invocaban a los dioses del viento, yo contemplaba la inmensidad del cielo en silencio...

Como no llovía fuerte, decidí caminar a casa... Al pasar por una esquina conocí a Nicolás. ¡Ah que Nicolás! Me detuvo para pedirme fuego. Tenía la ropa humedecida por la lluvia y el rostro empapado de dolor... me acerqué a él y le encendí un cigarro... Noté su tristeza así que me animé a preguntarle lo que le pasaba... y lo primero que me dijo fue: Me quiero morir... sólo eso sé, que quiero que me lleve la chingada... ¡Madres! Qué dices cuando un desconocido te dice eso y según tú el sábado es un nuevo renacer... Me senté con él y simplemente le dije: No sé que te pase pero mis oídos son todos tuyos...
Para qué... la vida es tan injusta... neta, mejor morir y que todo se vaya al carajo... Me dijo que las cosas en su vida simplemente no salen como él quisiera, que no encuentra trabajo, que nada se acomoda, que le va mal en el amor, que todo está del carajo, que ya no lo soporta. Todo me pasa, todo lo malo me pasa... no hay remedio. Yo le contesté ¿La vida: Injusta? No mi estimado Nicolás. A alguien que conocí hace poco le dije esto y hoy te lo digo a ti: Pregúntale a un niño con un tumor en la cabeza si la vida es injusta, o a un enfermo de cáncer en fase terminal. Pregúntale, a un niño de esos que viven en la calle y que en vez de jugar tiene que trabajar para poder sobrevivir, si la vida es injusta. A aquel que está en prisión siendo inocente o a esa mujer que iba a casarse y unos días antes de la boda perdió a su prometido en un accidente de autos (conozco a alguien así) o aquellos que sin culpa viven en medio de la guerra. Ejemplos hay cientos. De verdad, pregúntale a ellos si la vida es injusta. La vida es la vida y hay que saber aceptarla con todo lo que venga...
Pues, yo sólo sé que me quiero morir, que la vida es también injusta conmigo y siempre me va de la chingada ¡Y vuelve la mula al trigo! Una de las cosas que aprendí de mi propia experiencia fue a ser paciente. Lo soy mucho más ahora que antes y decidí serlo en ese instante. Pregunté a Nicolás su edad: 22 años... ¡Veintidós años!... en fin... Me dijo que su vida ya no tenía sentido y que iba en serio eso de quitarse la vida ¡Cómo quería acordarme de un poema de Sabines en ese momento! pero estaba bloqueado. Según Nicolás ya nada tenía remedio, que su vida era un caos. Por eso moría ya de tristeza. Siento un inmenso vacío, neta... me dijo. Así que compartí a Nicolás algo de mi propia historia. Cosas que han sucedido en mi vida. Sólo lo que creí necesario... Le dije lo que muchos hemos oído o dicho infinidad de veces: que el mundo no deja de girar, que existe toda una vida allá adelante, que existe la luz y le compartí lo que un tío me dijo alguna vez: “Mira, en esto estas solo y tu alma, o sea, que estás en buena compañía...”. ¡Vamos Nicolás!, el mundo no es tan malo como crees. Mira todo lo que te rodea: La noche, el frío, el silencio, la luna, la lluvia... Recuerda esto: entre más oscuro mejor puedes ver las estrellas... ¡Carajo! vengo de un fandango, de una fiesta a la vida y tu con tus cosas... Realmente me sacó de mis casillas... Y ahí estabamos los dos, empapándonos bajo la llovizna... Me acordé de lo que alguien me comentó en este blog y se lo dije: Mira, observa como la lluvia limpia el aire de la ciudad, cómo, aunque venga fuerte (como a veces los mismos problemas de uno), llega un momento en que todo se calma y llega la paz... justo donde el universo nos avisa que nueva vida nos espera, como esa precisa oportunidad para empezar de nuevo... ¡Vamos Nicolás! Le repetía, mientras los dos fumábamos un cigarro... ¿Eso quieres? ¿morirte?, vamos, hazlo, acaba con tu vida, que el mundo seguirá su curso... y quizá para esos que te quieren las cosas cambien un poco y el mundo se detenga por un breve instante (qué son unos cuantos meses o años ante el infinito)... pero pasado un tiempo todo volverá a la normalidad ¡Vamos, muérete! Acaba con tu vida y ya... fumémonos otro cigarro y me voy a dormir... Tú mátate y haz con tu vida lo que quieras... Yo... alguna vez sentí eso, ganas de morir, de desaparecer, la salida fácil... Pero ¿sabes? Sólo es miedo, miedo a nosotros mismos, a las circunstancias, no confiar en que está en nuestras manos hacer que las cosas cambien... eso es todo, miedo y falta de fe... Hubo un silencio y de pronto, ocurrió: Nicolás me sonrió (En serio, fue grandioso)... sonrió, ¡el muy cabrón sonrió! Me dijo que era un cobarde que muy probablemente no tendría el valor para quitarse la vida... Lo sé Nicolás, lo sé. Yo mismo no lo tuve... y nunca lo haría... No señor... Hay que ser valientes y dejar que las cosas fluyan... que todo pasa por algo (ahora lo sé de verdad) Y compartí con él un poema de Jaime Sabines que si me sé de memoria...

“Si sobrevives, si persistes, canta,
sueña, emborráchate.
Es el tiempo del frío: Ama,
Apresúrate, el viento de las horas
barre las calles, los caminos.
Los árboles esperan: Tú no esperes,
éste es el tiempo de vivir, el único.”

Te lo regalo, es tuyo... le dije... A veces la vida es tan cabrona, me dijo... Yo sólo asentí. Los dos reímos... El frío y el agua nos envolvían completos así que me despedí de Nicolás y ya hasta ese momento me preguntó mi nombre... Y enseguida me dijo gracias... Yo sólo le obsequié lo que amigos míos me compartieron alguna vez, cuando era yo ese que no soportaba la vida... Nos dimos la mano y cada quién tomó su camino... Antes de irme me pidió que le regalara mi encendedor... Se lo dejé... No sé quién seas pero gracias, en serio...me dijo. A lo que yo contesté: Sólo alguien más en este mundo que descubrió la lluvia y que hoy muere... pero por vivir...

Epílogo

Caminé directo a casa mientras oía el golpeteo de la lluvia en el suelo empedrado. Mientras oía todos los sonidos que puede adquirir el silencio. Mientras el canto del frío seducía mis oídos y cientos de gotas se peleaban por encontrar un lugar seco entre mi ropa para al fin descansar...
Llegué a casa y tras secarme, cambiarme y prepararme un té, hallé el poema que hubiera querido decirle a Nicolás en aquella esquina bajo la llovizna de sus ojos...

“CUANDO TENGAS GANAS DE MORIRTE
esconde la cabeza bajo la almohada
y cuenta cuatro mil borregos.
Quédate dos días sin comer
y verás qué hermosa es la vida:
carne, frijoles, pan.
Quédate sin mujer: verás.

Cuándo tengas ganas de morirte
no alborotes tanto: muérete
y ya.”

Jaime Sabines


martes, junio 01, 2004

Preeeparen, aaapunten...... lluvia!

Me gusta mojarme, es verdad, pero una cosa es sentir el agua de lluvia sobre la piel y deleitarse con la magnificencia del universo... y otra, verse rodeado y acribillado por ese ejército transparente que en este momento invade la ciudad... Además es definitivo, aquí la lluvia cae desde abajo. Los charcos no son charcos, son trincheras. Ocupadas por ese ejército de partículas panzonas que se lanzan desde el suelo a una muerte inminente. Los verdaderos charcos se forman en el pozo azul de allá arriba... ¿o qué? ¿te creíste que esa masa grisácea que flota allá en lo alto son nubes? Son cementerios. Los espíritus de las gotas divagando en la atmósfera. Hay trillones de ellos. Por las noches, desde que el mundo es mundo, batallones descomunales de gotas viajan cientos de kilómetros camuflajeados de frío y sigilosamente ocupan sus trincheras. Ahí aguardan una orden de arriba. Esperan silenciosas... sólo observan: los coches, los transeúntes, los edificios, los perros callejeros, las bicicletas, los vagabundos, las rídiculas sombrillas, los árboles... De repente la orden es emitida. Un estruendoso sonido acompañado de una ráfaga de luz que corta el pozo azul en dos es la señal. Millones de gotas nadan en el aire, pesadas, duras, panzonas, golpeando todo a su paso. Son gotas suicidas. Nos invaden. Llueven terriblemente hasta empapar el cielo... hasta cubrirlo de un gris denso... hasta volverse fantasmas...
Por eso las verdaderas nubes lloran... están tristes... el cielo es un gran depósito de cadáveres de gotas... Desde acá abajo sólo alcanzamos a ver millones de fantasmas de gotas errantes... navegando de océano en océano, de continente en continente, de luna en luna... Algunas veces el sol las guía a su inevitable destino, les tiende un puente de colores para aminorar las distancias... pero siempre estan ahí, flotando por siglos en el éter... aguardando por el fin de los días...

Origami

Las casas, allí en la colonia 2 de abril adquieren formas espectaculares por las noches. La amarilla grande de la esquina se convierte en una inmensa boca que se traga a cualquiera que transite por ahí después de la una de la madrugada. La de don Beto, junto a la verdulería, se transforma en un abedul donde las luciérnagas y aves nocturnas suelen tener una ancestral ceremonia entre sus ramas. Cada ave se despluma sola. Enseguida cuatroscientas luciérnagas se adhieren a su cuerpo y ya en bandada remontan el vuelo dejando una estela de luz verde sobre la ciudad.
La casa de una sola planta de la viejecilla del ojo de cristal desaparece. En su lugar uno puede ver un antiguo panteón indígena.(Hay que hacerlo desde una distancia considerable para evitar ser devorado por la casa de la esquina). Desde lo lejos puede sentirse el olor a flores muertas y oirse el canto de la princesa Chichimeca.
Mi casa se vuelve un pozo lleno de fango. Un pantano con lirios, musgo y algas. Con trozos de madera flotando inertes en su superficie. Pasando las doce de la noche, me pongo mi traje de buzo, tomo una ración de acelga cruda y me voy a dormir.