jueves, noviembre 25, 2004

Del ruidoso silencio

Como un puño de arena de verano me escurro de entre los dedos del destino... sólo unos segundos... escapo del silencio y mis andanzas... sólo para comprobar mi ausencia... sin letras que plasmar, aún cuando han ocurrido algunas cosas significativas en mi vida en estas últimas semanas. No sé a qué se deba. He andado divagando, con la mente sin rumbo fijo... tratando de enfocarme en ciertas decisiones que debo tomar pronto... sobre mi departamento (si seguir ahí o no), sobre el trabajo y los proyectos, sobre los anhelos, sobre mí mismo... y es que he estado sintiéndome humo... humo en todos lados... humo que se hace presente para sólo escapar... para extraviarse... así he andado... como vil presencia invisible, desvaneciéndome en el tiempo y los espacios... una presencia efímera, como el humo que vuela y se pierde... allá arriba quizá, aquí adentro talvez... en mi cabeza... en los camiones, en mis caminatas, en mis libros, en la oficina, frente al monitor... siempre... rodeado de personas que no existen, de ecos de voces que se revuelven en mis ojos y de horas que se evaporan sin sentido... ausente... sin mucho que decir, sin mucho que compartir... sólo este silencio que me provoca tanto ruido al interior... tanto, que me impide siquiera disfrutar plenamente de la bruma, la llovizna y el intenso frío que una vez más han envuelto a Xalapa como un regalo para mí y mis andanzas...

miércoles, noviembre 10, 2004

De la clemencia del otoño...

En los últimos días, la trama de mi vida se me ha presentado como un inquietante mecanismo de precisión. La niebla del porvenir se va diluyendo. La trancisión a la adultez ha sido implacable conmigo, mas no estéril. Los sueños perdidos flotan en los huecos de mi cerebro. Como destellos se revuelcan en mi cabeza dejando una huella que intento seguir. Me exijo paciencia. Con noviembre y las heladas llegó también la filosa nostalgia por el tiempo pretérito. He vuelto a ese tiempo extraño de los regresos. Donde el pasado se hace presente. Donde uno se reencuentra con el fantasma de lo que pudo ser y esa seductora imposibilidad de retomar la vida donde se dejó. Por ahora he resultado victorioso en mi afronta. Sonriéndole al destino por lo que ha puesto hasta ahora frente a mis pies. Lo he gozado. Ver aquel adolescente que era yo y sus planes de conquistar lo inconquistable y de trascender la franja de lo ilimitado; también recordar los amores pasados con gratitud a la vida por haberme permitido escribir en ellos una parte importante de mi historia... Quizá los engranes del tiempo no giran en vano... y quizá no es casualidad lo que sucede a mi alrededor, sino la causalidad de un destino lúdico que por hoy, me abraza con el frío, mientras el otoño arranca también (muy lentamente) las hojas secas de mi espíritu...

miércoles, noviembre 03, 2004

Bajo la sombra del frío

Anoche mi soledad se lleno de ti. Decidí no dar batalla a la memoria. Dejé que los recuerdos hicieran su trabajo. Hoy, al abandonar las sábanas revueltas con la esencia que dejaste al pasar por mi sueño, caminé hacia la ventana de la sala, desde donde se ve la ciudad. Una niebla espesa invadió las calles y abrazó los edificios. Todo había desaparecido. La gran bocanada del tiempo se divertía haciéndolo todo invisible. La bruma presionaba los vidrios. Dudé en abrir la ventana, pero después de un par de minutos lo hice. Tonto de mí, creí que al hacerlo la niebla me golpearía, se metería hasta lo más profundo de mí y te arrancaría de adentro. Eso no pasó... así que tras desayunar algo y abrigarme bien, me arrojé al frío y a la inercia de mi vida. Resolví algunos pendientes de la agenda y más tarde me detuve en aquella cafetería. Sí, justo en esa. Me compré el café frapé que solíamos compartir, con crema batida y todo eso. Compré uno pequeño. El grande es demasiado para mí solo. Me senté en una banca del parque y disfruté el sabor de la bebida helada en mi paladar. Pobres palomas, no había quién las alimentara esta vez. Creo que por eso se marcharon. Por cierto, me agradó que te pararas de la banca y también te marcharas dejándome solo. Me hizo bien. Sabes que no sé ser egoísta pero esta vez tenía que ser así. Compré el café sólo para mí, para dejarte ir así nada más (disolviendo tu imagen con el sabor amargo de tu recuerdo) sin forcejeos absurdos con el inconsciente... sólo con la certeza de que hoy perteneces a otro lugar, a otro tiempo... a otros nombres. No sé porqué apareciste de nuevo. No sé siquiera porqué malgasté mi energía llevándote conmigo hasta aquel sitio. Solo sé, que cuando las palomas alzaron el vuelo, dejando el parque vacío y gris, quisé creer que lo hicieron porque en algún lugar lejano el concreto ardía por el sol. Después de un rato, me fuí también, dándole la espalda a tu sombra y a la soledad de aquel lúgubre escenario. Apresuré el paso, metí mis manos a los bolsillos e inhalé profundo llevándome una porción de aire frío a los pulmones, con la esperanza de congelar la opresión que se sembró en mi pecho en el mismo instante que vi tu silueta diluirse en la neblina...