sábado, febrero 26, 2005

Un jardín para mi abuela...

Me ha dado por dibujar últimamente.... en el aire... un poco de todo, qué sé yo. Mi imaginación se funde con matices que emergen desde algún hueco en mi locura... o quizá desde la nostalgia... no lo sé. El domingo salí al corredor... usaba las nubes de lienzo. Me senté en la mecedora de la abuela (bueno, de hecho de la abuela no es más, puesto que desde que la movieron al geriátrico no la quiso, ahora supongo que la habrá olvidado) Qué extraño es eso del olvido.. y más ese asunto de los viejos que se mudan a asilos (porque eso de geriátrico, ¡vaya que es una sandez!) Al geriátrico... cuando uno se olvida que eso que aleja es su propia sangre y origen. ¿Quién se olvida de quién? Pobre de la abuela, a sus 87 años... la pobrecita no hace más que dormir y recordar... siempre se acuerda del abuelo... y de su muerte (aún cree que fue ella quién lo mató con aquella inyección. ¡Pero por Dios! Qué iba ella a saber que el medicamento no servía y que al abuelo le daría gangrena) ¡Ay, pobre de mi abuela!... sólo duerme, come y sueña con el pasado, sueña dormida y despierta... El otro día la visité. Vi en sus ojos la casa vieja del mar, donde creció mi padre. Vi también al abuelo, ese día que reía a carcajadas porque mi pá corrió a esconderse detrás de la cama tras haber hecho quien sabe que maldad a mi abuela... (de la travesura si que no se acordaba mi viejita) pero si del abuelo, de su gran sonrisa y también de su mal carácter... y vaya el genio que tenía el abuelo eh? Yo no lo conocí, me lo contaron los ojos de la abuela... y es que él murió cuando mi pá tenía los once apenas. ¡Ay mi abuela y sus ojos tristes y lejanos que cuentan mil historias!... allá desde su sofá verde del geriátrico. Dicen sus hijos que está mejor ahí, con las enfermeras que la vigilan todo el tiempo. Que la visiten muy a menudo es mi consuelo. Los tíos y mi padre se organizan y es entonces cuando de esos ojos cansados brotan mil y un anécdotas encapsuladas en gotas de cristal... gotas que le mojan su carita de felicidad y melancolía, cuando escurren despacio por los surcos del tiempo en su rostro.
Ese domingo le dibujé un jardín lleno de flores de colores a la abuela, con su mecedora nueva y una sorpresa: su viejo de la sonrisa grande, tomándola de la mano, meciéndose junto a ella mientras él... le susurraba al oído una canción y le decía con sus ojos de ángel que allá arriba la esperará siempre... para así reír juntos por haberse reencontrado, a pesar de la muerte...

jueves, febrero 24, 2005

Mar adentro

Mar adentro, mar adentro;
Y en la ingravidez del fondo donde se cumplen los sueños,
se juntan dos voluntades para cumplir un deseo.
Un beso enciende la vida con un relámpago y un trueno
y en una metamorfosis mi cuerpo no es ya mi cuerpo,
es como penetrar al centro del universo.
El abrazo más pueril y el más puro de los besos
hasta vernos reducidos en un único deseo.
Tu mirada y mi mirada como un eco repitiendo,
sin palabras: "más adentro, más adentro"
hasta el más allá del todo, por la sangre y por los huesos...
Pero me despierto siempre y siempre quiero estar muerto,
para seguir con mi boca enredada en tus cabellos.

(De la película "Mar adentro" de Alejandro Amenábar, sobre la vida de Ramón San Pedro.)

Anoche fui con mi viejo al cine y reflexionaba al final de la función que...

En ocasiones la vida puede doler hasta la médula y es entonces cuando la muerte se asoma como una ventana infinita a la libertad (ser libre del cuerpo, de leyes, del sufrimiento... de uno mismo y sus temores y desdichas)... escapar rumbo a mar adentro... donde nos trague la gran boca de agua, ese refugio de fantasmas mojados, esa bodega de sal azul... escapar de nuestros propios infiernos... y es que en ocasiones, para algunos, la muerte puede llegar a ser eso único que dé sentido a sus vidas...

Muy buena película, me gustó mucho... se las recomiendo. Les dejo un abrazo del lado izquierdo...

martes, febrero 08, 2005

De los milagros del sur...

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Aún con el vidrio de por medio, mi dedo hacía el esfuerzo de tocar la ligera capa de neblina que se asomaba más allá de la ventanilla del autobús... como el dedo de un niño acariciando el reluciente aparador, queriendo tocar ese juguete nuevo que se oferta excelso adentro... así me sentía... con la inocencia y emoción de cualquier infante. Esta vez, la niebla que mis ojos respiraban era diferente... y el frío no rebasaba mi piel... al fin me encontraba en Chiapas. A menos de cuatro horas de llegar a mi destino atravesamos un puente largo. Desde arriba descubrí un mundo verde-grisáceo sin igual: cientos y cientos de árboles que se aproximaban lo más posible entre ellos, como queriendo protegerse todos juntos del frío de la montaña... (cerrando un ojo y echando a andar la imaginación parecería que lo que estaba ante mí, eran cientos de racimos de brocoli de esos que encuentras en el supermercado)... casi todo era verde y gris azulado... el frío matutino envolvió el cielo de Chiapas en un tono místico de paisaje invernal. El aire que respiraba era ya distinto... más ligero. Y es que sin duda, llegar a casa, al encuentro de los míos, provocó que disminuyera el frío y que la vida se convirtiera en una especie de pluma de ave que flota sin rumbo -pero despreocupada- junto con el viento. Los milagros que provoca el sur en mí son gigantescos: llegar a casa y sentir el abrazo de mis padres (analgésico fulminable contra la nostalgia), detalles como escuchar a mi padre decirle "nena" a mi madre con el singular amor de los años compartidos, sentir la respiración de mis abuelos junto con su abrazo de bienvenida, saludar y abrazar a mis hermanos o ver por ejemplo, el milagro de la vida reflejado en los tres cachorros recién llegados al mundo, producto de la unión de la mascota de la casa y de la perrita que pertenece a una tía. ¿Qué más puede uno pedir cuando la vida pone ante tí esa clase de obsequios?... singularidades que me recuerdan que es genial esto de estar vivo y que provocan que mis pulmones se llenen de esperanza cada vez que respiro aquí en el sur... donde siento como el alma y el espíritu casi se me revientan de alegría... Algo sin duda tiene esta tierra... algo esconde en sus raíces... quizá una veta de milagros de esos que son difíciles de percibir si no se tiene la sensibilidad y el deseo, sobretodo, de seguir descubriendo las maravillas de este planeta... Esas pequeñas cosas que a fin de cuentas, son lo que da sentido a esto del "ser humanos" ¿no lo creen?...

viernes, febrero 04, 2005

Rumbo al azul del sur

El domo de niebla aún tiene prisioneros al frío y la llovizna en Xalapa... necesito ir a casa... por acá persiste la estática y un tanto el desánimo... Viajo a Chiapas esta noche, gracias a una Luna azul que me abrió paso en la gran cúpula helada que me tiene atrapado por acá... Gracias Alice por iluminarme con tu luz... Espero encontrar los brazos que necesito en este momento de mi vida allá en el sur... El sur siempre me reconforta y me llena de vida... por eso me voy... por eso la madrugada de mañana, cuando el reloj de los humanos marque las 00:30 horas, me secaré las alas y partiré rumbo a la esperanza con los míos, dejando atrás la bruma y soñando con que el calor del sol derrita mis alas... y si eso pasa... será ideal hallarme en los brazos de la tierra que amo para así sembrar en mi espíritu, un par de alas nuevas que me lleven alto... tan alto que me funda yo en el azul y al fin pierda yo el miedo de volar... de en verdad volar...