jueves, septiembre 30, 2004

Visita nocturna

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Foto:Carlos

La luna se asomó ayer por mi ventana mientras trabajaba... me alegró la noche...

lunes, septiembre 27, 2004

Viaje insólito

Con las manos en los bolsillos, como suelo hacer a menudo, recorría la avenida 20 de noviembre. Una brisa ligera rozaba mi piel. El sol se escondió para dar paso al batallón de nubes negras que se precipitaba sobre la ciudad. Pensaba en qué comer. No he ido al supermercado a hacer la despensa. Mi reciente desorganización sumada a cierta apatía ha sido la causa de que mi refrigerador esté casi vacío. La brisa seguía acompañándome en el trayecto a casa. A medida que adelantaba el paso pensaba también en lo que llegaría a hacer después de comer. Ver la película que alquilé y seguir con la lectura del libro en turno. Quizá salga a caminar más noche, si no llueve muy fuerte, porque de que lloverá, eso es seguro. Volteé al cielo y las nubes me avisaban que, como casi siempre, el aire de Xalapa sería lavado por un aguacero torrencial. Se me ocurrió preparar arroz. Me gusta el arroz. Blanco. Es uno de mis sabores favoritos. Una ensalada de verduras y quizá unas sincronizadas, la combinación no es la mejor pero la intención es no salir de casa. Mi departamento se ha convertido en un refugio. Durante mucho tiempo no supe vivir solo. Me refiero a vivir solo de verdad, sin compartir con algún familiar o amigo una vivienda. Llevo dos años viviendo así. He tenido muchos meses para conocer más de mí, para aprender a estar conmigo mismo. He llegado a valorar más el silencio. Es algo sublime. Cerrar por dentro la puerta de casa dejando lejos el murmullo de la ciudad, descubrirme entre unas cuantas paredes donde contemplo lo más íntimo de mí. También acostumbro poner música. Aunque tengo un par de televisores muy rara vez hago uso de ellos. El de la recámara lo utilizo cuando alquilo una película o para ver el noticiero nocturno. Prefiero la música. La elijo dependiendo mi estado de ánimo. Cuando no... el silencio, ese que ha sido últimamente compañero de mi vida. Que me ha ayudado a romper los esquemas del pasado. Que me ha orillado a escuchar lo mejor de mí. Durante mucho tiempo necesité, absurdamente, de la compañía de los demás. No estar solo me era algo indispensable. ¿Porqué razón? No lo sé. La angustia o la inquietud me invadían el pecho a menudo. Hoy eso terminó. Aprendí mucho viviendo en soledad. Aprendí a abrirme y a buscar respuestas que yacían en lo más profundo de mi ser. Soy viajero por naturaleza. Me gusta andar sobre ruedas o con el rostro pegado a la ventanilla de un avión, pero tardé tiempo en enfrentar uno de los viajes más sorprendentes que un ser humano pueda emprender: hacia uno mismo. Algo me orillaba a alejarme de tantas oportunidades que se me presentaron para hacerlo, hasta hace unos meses. Un día decidí dejarme seducir por el silencio y todas sus manifestaciones. Si les dijera que todos esos viajes hacia mí mismo han sido fantásticos les mentiría. El roce con uno mismo puede prestarse a enfrentamientos intensos, puede uno toparse con un cúmulo de valores aprendidos difíciles de exterminar de la noche a la mañana. Algunos de esos viajes han sido exploraciones insoportables, pero les diré algo, enfrentarme a la desnudez de mi alma fue, más que una experiencia valerosa, algo sumamente necesario. Dentro de mí adormitaban decenas de preguntas y todos mis miedos. Lo importante de la “aventura” es no distraerse, no intimidarse y sobre todo ser constante, no pensar en que, si de verdad queremos descifrarnos, lo haremos de un día a otro. Uno no debe escapar de ese proceso. Probablemente esté lleno de altibajos emocionales, de experiencias dolorosas, de nostalgia y llanto, coraje e impotencia, pero la experiencia será también gratificante, enriquecedora e inolvidable. Sólo hay que tener paciencia y así llegará hasta la risa y con el tiempo más hambre de reconocimiento, habrá desdoblamiento, análisis, mucha reflexión y lo mejor de todo... acción. Qué mejor refugio que hallarse sumergido en un mundo de posibilidades donde las únicas paredes que te rodean son tu propia piel. Porque sucede seguido que uno prefiere refugiarse en el mundo superficial del exterior que cerrar los ojos, afilar los oídos y dejarse caer en uno mismo. Con frecuencia yo intenté huir de mi proceso, pero conforme iba más adentro y todo se veía más oscuro, el sonido de mi voz interior, se hacía más nítido. Fue así como el panorama se presentaba cada vez mejor. Ahí estaba Carlos... en un viaje insólito por sus entrañas, por sus miedos más ocultos. Muchos se paralizan. A mí me pasó en repetidas ocasiones, pero uno se acostumbra. Hoy, entre el riesgo de hundirme en mí para buscar la luz y vivir un mundo exterior sin la mínima noción de quién soy, prefiero lo primero. El camino aún es largo. Faltan cientos de viajes por hacer. La vida (y sus designios) nos habla constantemente... es inevitable, encontrarnos en procesos de autoconocimiento, de pruebas, de maduración. En el camino se nos presentan experiencias fuertes, de esas que nos embisten, donde lo ideal sería actuar con las mejores armas con las que contamos, pero en muchas ocasiones, el conformismo, la desidia, el miedo o algún otro sentimiento similar nos caracteriza y es entonces cuando nos damos la espalda a nosotros mismos. Y ahí van algunos, como peces siguiendo la corriente... siempre en fuga... sin sospechar siquiera que ir contra esa corriente significa romper esquemas y cadenas que nos atan al desconocimiento de lo que verdaderamente somos, de nuestro potencial real, porque la libertad comienza desde adentro de uno. Ahí es donde radica la vida, donde podemos escuchar la mejor de las músicas, esa que nos hará bailar y sentirnos libres... al menos a mí me ha funcionado. Hoy llega a mis oídos de manera más limpia una voz que me invita a regresar cada vez más profundo y aunque vivo solo, hoy me siento más acompañado que nunca. Me senté a la mesa a comer... al final me decidí por la ensalada, el arroz y unas brochetas de queso... ahora bebo una taza de café mientras leo mi libro, pero sea esto o lo que sea que haga, ya no me siento como antes. Ahora agudizo lo más que puedo mis oídos y al abrigo de las paredes y del techo de mi departamento observó desde lejos los edificios de la ciudad... y escucho la melodía de millones de gotas que caen para recordarme la vida que surge y se defiende allá afuera... Hoy, adentro de mí, hay también una vida defendiéndose... un espíritu fuerte que por medio de una voz me llama y me recuerda que aunque llueva, truene o relampagueé, los viajes deben continuar mientras que el motor rojo del lado izquierdo de mi pecho no se quede sin combustible...

viernes, septiembre 24, 2004

Silencio absoluto

No me despierten... tengo planes de dormir... quizá te vea en mi sueño... Si eso pasa, te tomaré de la mano... deambularemos juntos por el cielo... recorreremos entera la órbita de la Tierra (primavera, verano, otoño, invierno...) sin soltarnos le daremos la vuelta a la luna y nadaremos en lo más profundo de todos los océanos... tu y yo... seremos dueños de mares y estrellas... del cielo y de la Tierra entera... por un instante... en mi sueño... por una noche el otro lado de mi cama no se sentirá vacío... quizá tu estés aquí... conmigo...
No me despierten... tengo ganas de volar...

miércoles, septiembre 22, 2004

Llueve nostalgia

Miércoles... un aire frío cruza la ventana en mi oficina arrastrando un olor a tierra mojada que me avisa que pronto lloverá. Me gusta la lluvia. Tanto como el olor que me avisa su llegada. Me gusta este día. Hoy cumple años un gran amigo. Con todo y lluvia celebraremos. Habrá cena, cervezas y vino... todos abrazados en nuestro ritual de siempre, allá en la Hacienda (les contaré después de ese lugar) La amistad que nos une nos nutre, por eso iré hoy con ellos, para compartir y como siempre llevarme un poco de su energía conmigo a casa, para al cerrar los ojos a la hora de dormir, hacerlo sonriendo.

El calendario se pone más flaco cada vez. Septiembre se acerca a su final. Erika, amiga entrañable, cómplice y confidente, se casó el sábado 18. La razón de mi viaje a Chiapas. Llovió en Chiapas. He comprendido el vínculo tan fuerte que la lluvia y yo tenemos hoy. Quizá antes no entendía su lenguaje. Me siguió al sur para empaparme de presagios. Las ruedas del autobús giraron para acercarme a los míos y sin planearlo... a ella. Los recuerdos de mi viaje golpetean mi mente como la lluvia fuerte de ayer sobre la ciudad... El sol de Chiapas me quemó la piel una vez más. Cuatro días intensos me bastaron para recargarme de energía. Visitas a la familia, unas copas con los primos, fútbol en el estadio a 40 grados con mi viejo... muchas cervezas ese día... mi casa, mi antigua habitación, el reencuentro con mi hermana tras no verla por un año. Amigos nuevos, reencuentros, desencuentros, abrazos, comida con mis abuelos, con las historias y el amor de siempre.


La fiesta por la boda de Erika, grandiosa. Intimidad, nostalgia, mucha alegría, más nostalgia, felicidad sin limites, sueños, amigos, música, baile... más presagios... para mi amiga, para su nuevo compañero de viaje... para mí también... Bailé como loco... con la vida y con mis sueños... y lo hice también con alguien especial.... me quedé con todo eso y me lo traje en mi regreso a Xalapa... viajaron conmigo su cabello, su sonrisa, su alegría, sus nervios, su terquedad, su mirada frágil, sus temores, sus sueños... (gracias por regresar) El último día me desperté temprano... más visitas, más abrazos, más de mi gente y de mi tierra... el sol salió y se libró de nubes para apuntarme de nuevo en el rostro... para hacerme sentir en casa... para hacerme sonreír... porque al final fue un buen viaje... enorme... lleno de lo que más quiero en la vida... mis padres, mis hermanos, mis abuelos, mi familia, mis mejores amigos. Lleno de sol, de alegría, de encuentros maravillosos, de sueños nuevos... Lo dije una vez... “viajar para regresar”... y lo sostengo... viajo para regresar siempre a mis raíces, a mi centro... a mí... y de esta última experiencia... me queda la fresca nostalgia que como también lo dije un día... perdura para disfrutarse...

¿Lo mejor de todo el viaje? Ver el amanecer del domingo con el azul entre mis brazos...

lunes, septiembre 13, 2004

Una mujer que se perdió...

Esta mañana escuchaba esta canción. Hoy simplemente se la canto a la vida y al viento que sabrá llevarla a donde corresponda... (quizá a aquella que se ha perdido y ahora respira muy lejos de mí...)

"Una mujer se ha perdido
conocer el delirio y el polvo,
se ha perdido esta bella locura,
su breve cintura debajo de mí.
Se ha perdido mi forma de amar,
se ha perdido mi huella en su mar.

Veo una luz que vacila
y promete dejarnos a oscuras.
Veo un perro ladrando a la luna
con otra figura que recuerda a mí.
Veo más: veo que no me halló.
Veo más: veo que se perdió.

La cobardía es asunto
de los hombres, no de los amantes.
Los amores cobardes no llegan a amores,
ni a historias, se quedan allí.
Ni el recuerdo los puede salvar,
ni el mejor orador conjugar.

Una mujer innombrable
huye como una gaviota
y yo rápido seco mis botas,
blasfemo una nota y apago el reloj.
Que me tenga cuidado el amor,
le puedo cantar su canción.

Una mujer con sombrero,
como un cuadro del viejo Chagall,
corrompiéndose al centro del miedo
y yo, que no soy bueno, me puse a llorar.
Pero entonces lloraba por mí,
y ahora lloro por verla morir,

Pero entonces lloraba por mí,
y ahora lloro por verla morir."


(Óleo de mujer con sombrero, Silvio Rodríguez)

jueves, septiembre 09, 2004

¡Buenos días vida!

Sucede que uno abre los ojos por la mañana y ¡zas! ¡la luz! La vida frente a tí... horas y minutos listos ante ti para vaciar en ellos lo que tú desees... y uno deja la cama y comienza el día... luz del sol, un baño, un buen desayuno o talvez sólo un café...¿planes? quizá si, quizá no. Trabajo.... estudio... paseo... tal vez... ganas de ir a... y bueno, uno sale a la calle y decide qué cargar en los bolsillos y en el rostro (y en el subconciente también).... Al final lo que importa es salir... enfrentarse a la vida, al mundo y a la gente que nos rodea (en-fren-tar-se, en el mejor sentido: frente a frente)... como hermanos, como seres humanos razonables... saludarse... tenderse la mano... escucharse... compartir.. y hasta regalarse una sonrisa... o una moneda... o qué se yo....

Me he hecho el hábito de salir a caminar por las mañanas. Hoy salí de casa muy temprano y vi de todo. Un cielo lleno de nubes y de azul, la bandera mexicana ondeando en lo alto de un asta no muy lejana a mi departamento. Vi el rostro abatido de una mujer en el asiento trasero de un taxi, a un ciego caminando por la acera, un par de jóvenes (no mayores de 15 años) vestidos de payasos esperando un camión en la parada de la esquina, vi una mujer embarazada cargando aproximadamente 7 meses, quiza de dicha o incertidumbre, pero con una enorme sonrisa... vi al señor de los periódicos en la esquina de siempre, mi reflejo en el ventanal de un negocio, a Fer el de la tienda frente a mi oficina, al Poli que vigila la Galería de Arte (en el interior de ésta se encuentra mi oficina). Recorrí el parque de siempre con los pulmones llenos de ánimo y el espíritu engrandecido... tras unas cuantas vueltas decidí correr muy rápido hasta la casa. Escuché y sentí mi corazón como no lo había hecho en mucho tiempo. Latía fuerte y rápido... ¡tucutum-tucutum-tucutum-tucutum!... me gritaba desde adentro, me recordaba la vida dentro de mí... Llegué a mi recámara, bebí dos vasos con agua y mientras escuchaba una canción de Oasis miraba en mi escritorio la vieja fotografía de Oscar y yo en el salón de la prepa. Era uno de mis mejores amigos. Hace 4 años se la apagó la vida. Se le llenaron los minutos, las horas, los años. No hubo espacio para nada más. Un accidente de motocicleta. Tenía 24 años... Y nos ví ahí, en ese salón donde juntos soñamos algun día con un futuro prometedor. Desde el retrato, me recordó con sus ojos que yo sigo aquí, de pie.... él no. Sigue conmigo en espíritu, en mis anécdotas, en la nostálgica memoria, en mi corazón. En ese mismo órgano que minutos antes me recordó que existe, en mi pecho, sintiendo, latiendo, viviendo... que me recordó también que la vida esta allí, justo frente a mí, tal vez dividida en segundos, minutos, horas, días, meses, años... pero ahí, enfrente, para depositar en ella lo mejor de mi... para vivirla de la mejor manera posible, venga lo que venga.. para trabajar por mis sueños, para echar a andar mi buena suerte, mis ganas de ir a...... ese anhelo de triunfo, de cumplir mis metas, esa hambre de todo...
Así que tras un buen baño, un par de huevos con queso y frijoles y una exquisita taza de café de grano, salí de casa con los bolsillos llenos de gloria, llenos de sueños y de ánimo para comenzar un día más... para llegar a esta oficina a organizar mi trabajo (previa desorganización de esta mesa, ahora llena de papeles, diarios, dulces y una taza más de café)... para sentarme y sonreír, porque en mi mano, yo mismo escribí hoy, que este jueves de septiembre será un gran día...

Buen día para todos y todas... les comparto mi sonrisa y les deseo la mejor de las suertes!

viernes, septiembre 03, 2004

Al final... yo le quedé debiendo

"¡Me dió de más!" me dijo una ancianita al salir de "La Sopa". Dejé la oficina a las 2:30 pm para resolver algunos pendientes. Andaba con un poco de nostalgia al hombro. Tras pagar mi recibo de luz caminé hasta el restaurant donde acostumbro a comer, un lugar ubicado en el Callejón del Diamante, en el corazón de Xalapa. Mientras comía leía mi diario y fue entonces cuando se apareció ella. Cruzó la puerta con su vestido color rosa mexicano y un mandil de esos de cuadritos pequeños color azul (similar a uno de maestra de maternal), con su trenza larga y su piel del color de la tierra, con la mirada perdida y el peso de una enorme canasta colgandole del brazo izquierdo y el peso de los años y del hambre y de la injusticia... Caminó entre las mesas ofreciendo su mercancía: Bolsitas llenas de pan dulce o de galletitas... Desde mi mesa sólo veía rostros mudos, molestos, miradas de indiferencia y negativas. Una, dos, tres, cuatro mesas y nada. La mirada de la señora se perdía cada vez más. Pasó por la caja y el muchacho que cobra le ofreció un café. Me cayó muy bien el gesto pero la señora no dejó la esperanza y tras murmurar algo siguió su camino. Se acercó a la mesa junto a la mía. Una negativa más. Al llegar hasta mí, le ofrecí la silla para que colocara en ella la pesada canasta. Venía repleta de bolsitas preparadas con pan y galletas de todo tipo. ¿Cuánto cuestan?... 6 pesos fue su respuesta. Estas a 8, señalando unas con un pan más grande. Le compré una de las de seis pesos pero le di 8 con cincuenta que era lo que llevaba en monedas (hubiera querido darle más). La señora, aún con la mirada perdida, tomó el dinero, lo apretó en su mano y siguió su camino. Se le olvidó el café y tras recibir más negativas se marchó. Sólo vi su espalda encorvada y las suelas gastadas de unas chanclas viejas y cansadas que se arrastraban hacia el callejón. Terminé de comer minutos más tarde. Pagué la cuenta y al recibir mi cambio me dispuse a dejar el lugar. Cuando crucé la puerta allí estaba ella. Me estaba esperando. La ví y volví a darle las gracias levantando la bolsita con el pan para que recordara quién era yo. Se acercó y me dijo: "Me dió de más" mientras abría su mano arrugada para presentar en su palma dos monedas de a peso y una de cincuenta centavos. "Joven - dijo con un rostro de confusión- me dió cambio de más". Esa viejecilla me esperó ¡para devolverme 2 pesos con 50 centavos!.... para devolverme algo que no le pertenecía, para demostrar su honradez, su calidad humana... para, sin que ella lo supiera, cambiarme el resto del día con su gesto. Le pedí que se quedara con esas monedas. Que eran suyas. Las miró por 3 segundos, le brillaron sus ojos, las apretó con sus manitas flacas y levantó la mirada para decirme: "Muchas, muchas gracias, que le vaya muy bien", me sonrió y se quedó allí para quizá esperar un nuevo cliente o simplemente para descansar. Yo, seguí el mío, y mientras caminaba de vuelta a mi oficina pensaba que con un gesto de esa magnitud... con esa mirada llena de alegría y esa hermosa sonrisa que me devolvió la esperanza... al final, creo que por donde le vea, fui yo quien le quedó debiendo...