jueves, junio 17, 2004

Viajar para regresar

Me gusta viajar... creo que es una de las cosas que más disfruto en la vida... viajar para regresar... Preparar la mochila con lo realmente necesario y llenarme los bolsillos de ilusiones, metas y una que otra expectativa... Viajar para explorar nuevos universos o para regresar a los lugares que más han marcado mi vida... Para volver lleno de nuevas experiencias, nuevas visiones y conquistas... viajar y tras cierto tiempo regresar al hogar y revalorar lo que uno posee, lo que uno ama...
Esta vez, con los pies llenos de tierra y el corazón engrandecido pude contemplar nuevamente los atardeceres de San Jerónimo Tulijá, allá en el corazón de la selva chiapaneca. Lugar de milagros infinitos, capaz de cambiarle la percepción del mundo y de la vida a cualquiera. Viajé para reencontrarme con viejos amigos, para sumergirme una vez más en su río, lleno de gloria y misterios... para recordar la sonrisa de sus niños y deleitarme con los cientos de estrellas que cuelgan cada noche de su cielo... y que decir de su luna... esa que ilumina el río y juega a resbalarse en los techos de lámina y a esconderse entre las ramas... que sonríe y vigila siempre las noches calladas allá en la selva...
Aunque tenía un par de años sin visitar la tierra de los hombres verdaderos la gente nos recibió con el cariño de siempre... (regresé junto con un hermano de selva y aventuras).

A pesar del tiempo y la distancia, las familias tzeltales que marcaron tanto en mí hace cuatro años me abrazaron de tal manera que vine a la ciudad cargado de energía y una paz inmensa. La tarde del martes fui testigo de un fenómeno maravilloso al ver el cielo pintarse de un rojo vivo que por igual coloreó el aire de la comunidad dejando una estela color magenta. Tras flotar un rato se disipó junto con el humo de los fogones hasta perderse en las alturas... Pude nadar en el río y aventarme a él desde el árbol de siempre... y comer como solía hacerlo, al pie del fogón... y vaya que comí de todo: huevos en pimil (cocinados sobre el comal envueltos en hoja de plátano), carne de Tepezcuintle, frijoles de olla, tamales, un delicioso capel (café en tzeltal) e indudablemente las mejores tortillas, ese alimento que pasa del comal a la boca para de ahi irse a la sangre y recordarnos nuestro origen como hombres y mujeres de maíz... Monté a caballo y fui con X'mal (mujer de fuego, tierra, aire y agua en un solo suspiro... con una sonrisa parecida a un eclipse perpetuo...) a conocer y alimentar a un pequeño venado... visité la preparatoria y me llené los ojos de nostalgia... llegaban a mis oídos los murmullos atrapados en las paredes de los salones... el eco de un pasado glorioso, cuando fuí maestro en San Jerónimo. Me recosté en el pasto para sentir el latir de la tierra y dormitar el alma al abrigo de aquél viejo árbol de mangos... el mismo que me regalara su sombra decenas de veces mientras meditaba sobre un futuro que hoy ya es pasado...

Lo que más me gustó, fue recordar que allá en la selva no existe el tiempo... las cosas simplemente fluyen... desde que uno despierta hasta que la noche cae sobre la comunidad, todo se presenta bajo un cierto orden natural indescriptible... En fin... creo que fue un buen viaje... Me hacía falta para volver a respirar recargado de energía...
Hoy, de nuevo en Xalapa, me reencontré con la lluvia, que me acarició el cuerpo camino al trabajo... me detuve por un instante y entre la cortina de agua de escurría alrededor de mí pude ver asomarse un verde excelso y vi también la sonrisa de aquellos que me despidieron ayer en la comunidad, esos que esperaran siempre por que yo me decida a un nuevo viaje, un nuevo regreso a ese maravilloso lugar escondido en el corazón de Chiapas, ese lugar donde el azul es el principio y el fin de lo universal, de lo infinito... Tulijá...