miércoles, junio 23, 2004

Lejos...

He estado ausente los últimos días. Ausente de todo. No sé a que se deba... es un vacío llenándome el cuerpo, invadiendo arterias, órganos, huesos y cavidades. Una cierta apatía que estos últimos días he estado arrastrando a todos lados. Han pasado ya 6 días desde que volví de Chiapas. Parece que fue sólo mi cuerpo el que regresó a Xalapa. Quizá mi espíritu quedó atrapado entre las rocas del río o en la sonrisa de mis niños allá en la selva. Posiblemente fue el regreso a Tulijá... quizá mi cuerpo y mi mente extrañan la pasividad con que allá se vive... no lo sé...
Quisiera contar tantas cosas. De los encuentros, los desencuentros, los nuevos rostros, de mi gripe de anteayer, del fandango del sábado, de la alegría de Ele esta mañana (Ele es una bebé hermosa de 9 meses, hija de dos amigos muy queridos)... pero algo no me deja...
La monotonía de la oficina me ha empapado de indiferencia y hasta pereza. La calle empedrada de siempre rumbo al centro de la ciudad no me ha seducido este tiempo. Xalapa me ha resultado distante. He recorrido sus calles y parques para reflexionar, plantearme interrogantes y nada... Mis ojos trabajan mecánicamente, igual que el aparato digestivo y que mis pies. Me llevan a donde ellos quieren y ni los oídos ni mis demás sentidos gozan como antes de esos paseos por la ciudad. He querido asomarme al pasado pero ni la nostalgia me permite visitarla. Por momentos siento como si la cabeza no me pesara. Es ese vacío que persiste...
El otro día intenté concentrarme en la lectura sin tener éxito. Hojeé un viejo libro de poemas de Neruda, una revista “Muy interesante” y ni eso captó mi atención. Encendí el televisor y mis dedos pasearon por el control remoto sin parar. Apagué el televisor. Salí de nuevo a caminar, llevé a pasear mis ojos y mis pulmones. Necesitaba un poco de aire nuevo porque hasta el aire de mi departamento me sabía a añejo, monótono...
Caminé por 20 de noviembre, crucé Xalapeños Ilustres hacia el parque Juárez, bajé por Úrsulo Galván, llegué a los Sauces, pasé por el Ferrocarril... fue curioso, me sentí como ese gran armatoste: viejo, cansado, estático, pesado, sin vida... (Al decir viejo no me refiero a mi edad sino al sentir de un cuerpo totalmente agotado)... Subí por Ávila Camacho y llegué de nuevo al centro. Me senté en una banca del parque para intentar concentrarme en cualquier cosa: La rama de un árbol meciéndose con el viento, la pareja de la banca de enfrente amándose entre el frío y la quietud, la mujer de las lágrimas solitarias sentada cerca de ahí, la nube gris y pesada amenazándome con mojarme la ropa y los restos de ánimo que me quedaban... nada pasó... nada...
He querido concentrarme en mi vida, en mis sueños y sus posibilidades... Xalapa no me ha ayudado mucho. No han surgido preguntas y mucho menos respuestas, no ha habido incentivos ni anhelos nuevos. He estado triste y alegre, cansado y ausente, indiferente... Quisiera viajar de nuevo, quizá viaje a la selva en unos días... es muy seguro que regrese (de hecho tengo que ir para ayudar a un buen amigo que necesita mi apoyo)... Me caerá bien regresar, replantearme cosas, hallar mi creatividad, mi libertad...
Ahora soy yo el que extravío sus alas... y no sólo eso, sino que están lastimadas... igual que mi espíritu... hundido, oxidado... Tengo los ojos heridos y siento continuamente una antigua opresión en el pecho que regresa, que me astilla el alma...
Quiero nadar otra vez en el río, sumergirme a lo más profundo para buscar mi espíritu... quizá lo encuentre... quizá lo halle intacto y limpio... tal vez sanen las heridas y desaparezca esta opresión en el pecho que me lacera la vida y me despoja de sonrisas y deseos...
Y bueno, quizá llegue también un destello de luz, una ráfaga del sur que me acaricie los oídos y me devuelva la piel, las ganas, el buen humor... mis alas... quizás...
Mientras tanto les dejo un abrazo del lado izquierdo... yo seguiré por aquí... pendiente del viento, de la próxima lluvia, de sus recados queridos amigos y amigas... Gracias por leerme y por desear que vuelva... créanme... yo también lo deseo... Salud por ustedes y por la fragilidad de la condición humana que nos permite tocar fondo y sentirnos vivos, humanos, a veces perdidos pero siempre con ganas de regresar, de vivir y volar...