martes, febrero 08, 2005

De los milagros del sur...

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Aún con el vidrio de por medio, mi dedo hacía el esfuerzo de tocar la ligera capa de neblina que se asomaba más allá de la ventanilla del autobús... como el dedo de un niño acariciando el reluciente aparador, queriendo tocar ese juguete nuevo que se oferta excelso adentro... así me sentía... con la inocencia y emoción de cualquier infante. Esta vez, la niebla que mis ojos respiraban era diferente... y el frío no rebasaba mi piel... al fin me encontraba en Chiapas. A menos de cuatro horas de llegar a mi destino atravesamos un puente largo. Desde arriba descubrí un mundo verde-grisáceo sin igual: cientos y cientos de árboles que se aproximaban lo más posible entre ellos, como queriendo protegerse todos juntos del frío de la montaña... (cerrando un ojo y echando a andar la imaginación parecería que lo que estaba ante mí, eran cientos de racimos de brocoli de esos que encuentras en el supermercado)... casi todo era verde y gris azulado... el frío matutino envolvió el cielo de Chiapas en un tono místico de paisaje invernal. El aire que respiraba era ya distinto... más ligero. Y es que sin duda, llegar a casa, al encuentro de los míos, provocó que disminuyera el frío y que la vida se convirtiera en una especie de pluma de ave que flota sin rumbo -pero despreocupada- junto con el viento. Los milagros que provoca el sur en mí son gigantescos: llegar a casa y sentir el abrazo de mis padres (analgésico fulminable contra la nostalgia), detalles como escuchar a mi padre decirle "nena" a mi madre con el singular amor de los años compartidos, sentir la respiración de mis abuelos junto con su abrazo de bienvenida, saludar y abrazar a mis hermanos o ver por ejemplo, el milagro de la vida reflejado en los tres cachorros recién llegados al mundo, producto de la unión de la mascota de la casa y de la perrita que pertenece a una tía. ¿Qué más puede uno pedir cuando la vida pone ante tí esa clase de obsequios?... singularidades que me recuerdan que es genial esto de estar vivo y que provocan que mis pulmones se llenen de esperanza cada vez que respiro aquí en el sur... donde siento como el alma y el espíritu casi se me revientan de alegría... Algo sin duda tiene esta tierra... algo esconde en sus raíces... quizá una veta de milagros de esos que son difíciles de percibir si no se tiene la sensibilidad y el deseo, sobretodo, de seguir descubriendo las maravillas de este planeta... Esas pequeñas cosas que a fin de cuentas, son lo que da sentido a esto del "ser humanos" ¿no lo creen?...